Cycle: Psicología 5, No es él, somos todos
La intención de esta columna será ahondar en uno de los aspectos que componen el “poder aprender”. Recordemos que esta condición (poder aprender) debe abordarse desde dos perspectivas, la dinámica funcional personal y el entorno más cercano del atleta.
CYCLE: Psicología
Por: Diego Becerra
NO ES ÉL, SOMOS TODOS
En la última columna de este eje temático he hablado sobre los condicionantes que tiene el atleta de formación al querer rendir. A saber: Poder aprender, Querer aprender, Saber aprender y saber demostrar lo aprendido (competir). Cabe indicar que, al hablar de atletas de formación, también me refiero a todos aquellos que tienen la intención de iniciar a desarrollar su práctica deportiva de manera más seria, y hacer de un hobbie, una práctica semanal estructurada, lo que por lo general es causado por un deseo creciente de querer competir.
La intención de esta columna será ahondar en uno de los aspectos que componen el “poder aprender”. Recordemos que esta condición (poder aprender) debe abordarse desde dos perspectivas, la dinámica funcional personal y el entorno más cercano del atleta. La primera se refiere a la forma de pensar del atleta, la forma de comportarse, los valores, las actitudes, las creencias y principios que definen su manera diaria de sentir e interpretar las cosas que suceden. La segunda hace alusión a las personas que integran el entorno inmediato del atleta. Si se habla de un atleta en formación tendrá en su entorno más cercano: sus padres, amigos, compañeros de equipo y entrenadores.
Hoy hablaré entonces de la forma como las personas que integran el entorno inmediato del atleta condicionan el poder aprender. Dejando para la próxima columna el desarrollo de esta misma temática, pero con respecto a los entrenadores.
Es importante para iniciar, indicar que en las pistas de ciclomontañismo y en las carreteras no solo se forman ciclistas profesionales, de estos, van a resultar finalmente unos pocos. Es importante entender que en las pistas y rutas también se forman personas. A veces viendo el comportamiento de algunos asistentes a los eventos, temo que seamos muy pocos los que reconocemos en el deporte un colegio para la vida. A veces los eventos competitivos de ciclismo parecen ser la excusa perfecta de padres o tutores para proyectar ilusiones y frustraciones. Otras veces, se convierte en el hobbie familiar o de amigos preferido del fin de semana, en donde el desempeño competitivo se convierte también en un espectáculo, con todo lo positivo y negativo que esto conlleva. En cualquiera de estos casos es importante entender que las formas de actuar de todas estas personas condicionan el “poder aprender” del atleta.
A continuación, basándome en (Smoll, 1984), clasificaré algunos tipos de personas que conforman el entorno de un atleta y aprovecharé la ocasión para sugerir pautas de actuación a medida de las necesidades de cada clasificación. Eso sí, debo aclarar que la intención no es generar polémica ni hacer una crítica destructiva, sino buscar caminos que permitan generar una mejor dinámica para el atleta.
Los desinteresados: padres, familiares, pareja o amigos.
Probablemente ninguno de este tipo de personas leerá este artículo. Es más, difícilmente el atleta verá a alguno de ellos en una sesión de entrenamiento o evento competitivo. La falta de implicación en el proceso deportivo del atleta es la principal característica de ellos. Son personas que no
comprenden la dinámica diaria del atleta: tiempos de descanso, tiempos de entrenamiento, necesidades nutricionales, prioridades en función de su temporada, entre otras. Muy probablemente este comportamiento nunca sumará en la construcción integral del atleta, pero muchas veces si restará.
Este tipo de comportamiento se desarrolla algunas veces por falta de interés, pero algunas otras veces, por no saber la importancia de su comportamiento y cómo pueden aportar al proceso del atleta, ya sea porque nadie les ha comentado, nunca lo han preguntado, o el profesional a cargo no genera esos canales tan importantes de acción. En tal caso, siempre que se reconoce este comportamiento y se desea actuar es muy común no saber por dónde empezar. Si es así, lo más aconsejado es preguntar a quién esté a cargo del proceso deportivo y al atleta, de allí siempre surgirán formas de conformar un equipo que impulse el proceso deportivo.
Los “entrenadores”: padres, familiares, pareja o amigos.
Me refiero a las personas que, no siendo las encargadas del proceso deportivo, y sin el conocimiento al menos parcial de los objetivos de la temporada, periodo de preparación, sesión de entrenamiento o carga aplicada en ella. Reorientan el accionar del atleta o generan una crítica negativa.
Este tipo de personas es fácil reconocerlas en eventos competitivos, ya que su forma de animar es desproporcionada en cuanto a tono y llena de direcciones competitivas que suelen acompañarlas con un sofisticado código de señales en la búsqueda que el atleta le atienda y entienda. Por lo general son personas que se enojan o se sienten ofendidos cuando no están de acuerdo con su punto de vista, hasta llegar al punto de criticar abiertamente y sin tacto a organizadores del evento, jueces, entrenadores y/u otros atletas. Finalizado el evento competitivo estas personas son promotoras de volver a revivir el evento otra edición del mismo evento en donde el atleta debe enfrentar otra vez todo lo vivenciado en carrera, pero ahora con un comentarista y juez subjetivo de su rendimiento.
Es importante que estas personas “entrenadoras” tomen conciencia de algunas consecuencias que en el día a día de la preparación deportiva y en los eventos competitivos se materializan en la forma de accionar del atleta. La primera, es que el atleta perderá la concentración en las sesiones de entrenamiento o competencia, porque debe poner más atención a las instrucciones, necesidades o deseos de ellos que de su propio accionar deportivo consciente y enfocado. La segunda consecuencia, es que la compañía de ellos en la preparación o competencia puede llegar a ser una situación desmotivadora, contrario a lo que piensan. En este caso el atleta puede sentir que el apoyo está condicionado a un resultado, ya que se empezará a sentir siempre observado y enjuiciado. La tercera consecuencia, es la confusión y ansiedad que produce el tener que escoger a diario entre un punto de vista de sus personas más cercanas y lo que el profesional a cargo de su proceso le ha indicado que es lo correcto.
En este caso, si alguna de estas personas considera que existen errores en la preparación o forma de competir del atleta, es importante que lo comente, pero no al atleta, sino al entrenador, en un espacio y momento adecuado, y no propiamente en el momento justo del accionar deportivo. Esto hará que luego de poner la situación en contexto, la conclusión y cambio de directriz (si es el caso) llegará de quien tiene la mayor responsabilidad en proceso y necesita mejorar los lazos de comunicación para este propósito, el entrenador.
Los “utileros”: padres, familiares, pareja o amigos.
Estos personajes se caracterizan por ser a voluntad propia o del atleta, los asistentes y utileros en el hogar, sesiones de entrenamiento y competencias.
En este caso los padres proveen dinero, ropa y uniformes limpios, comida lista, aseo diario del lugar donde se habita, alistamiento de material competitivo, traslados y desplazamientos, compra y pagos de elementos para entrenar y competir (hidratante, caramañolas, neumáticos, etc). Los hermanos, pareja o amigos, deben preparar, transportar y cuidar material competitivo, hidratar al atleta y estar pendiente de cualquier necesidad que tenga, como toma de fotos, filmaciones, cuidado de bicicleta, ajuste de la misma, entre otros.
Este tipo de personas que generan un apoyo tan desmedido al atleta, están logrando al querer hacer un favor a corto plazo un daño a largo plazo, ya que impide al atleta acceder a una magnífica oportunidad de aprendizaje, de valerse por él mismo y forjar hábitos. La autonomía del atleta es imprescindible para formarse como persona, pero también para poder dar un salto a la elite deportiva, en donde los atletas si bien tienen a disposición todo aquello que he nombrado anteriormente, no son dependientes de esto, ya que saben que lo pueden lograr por ellos mismos, que tienen criterios de decisión en cada aspecto y lo más importante, que tienen hábitos tan arraigados en su forma de actuar diaria que no condiciona su desempeño deportivo de manera negativa el no tener a disposición todas las “facilidades” que le pueden otorgar las personas más cercanas a él.
En cuanto al atleta que en su entorno personal tiene personas con estas características, por lo general solo se preocupa por entrenar y competir; en el mejor de los casos ganar. Ya que sino gana, independientemente del esfuerzo, y así nadie le recrimine nada, nadie le ponga mala cara, él sabrá perfectamente que los ha decepcionado ya que siempre cuando logra vencer en competencia las felicitaciones y aplausos no se hacen esperar.
En este caso, cada persona que hace parte del entorno del atleta, debe ser consciente que él necesita forjar hábitos y autonomía, y esto les permitirá justamente saber cómo ayudar a la medida de las necesidades reales que él tendrá. Por otro lado, es importante el comprender que los resultados competitivos obedecen a muchos factores, y no solo del esfuerzo del atleta. Pero que a pesar de ser parte vital la función que ellos cumplen en el desempeño competitivo de él, no se tiene el derecho para juzgar o recriminar el accionar competitivo que tenga.
Los de rendimiento: padres, familiares, pareja o amigos.
Es un gusto profesional referirme a estas personas, que, por suerte, aumentan cada vez más alrededor de los atletas. Estas personas hacen realmente parte del equipo del atleta, están comprometidas con su proceso y no anteponen pensamientos y deseos individualistas, a la idea objetiva de bienestar del atleta.
Estas personas son conscientes del papel fundamental a nivel personal y deportivo que empezará a tener un entrenador en la vida del atleta. Aceptando que la influencia del criterio de este, aumentará en las decisiones que tomará él. Por otro lado, son personas que no rivalizan con el deporte, ni llevan
a una continua evaluación de prioridades entre el desarrollo del deporte y la relación que tiene el atleta con ellos.
A la hora de asistir a eventos, son personas que no se muestran competitivos con el atleta, juzgando su desempeño, relativizando los resultados competitivos que él obtiene con los resultados de otros, o los propios en el pasado. Son personas que muestran auto-control emocional en la competencia, reforzando el esfuerzo, la progresión de sus capacidades y disfrutar el competir. Cuando no pueden asistir a una competencia, nunca se les ocurre preguntar en primera instancia por el resultado, siempre enfocan sus preguntas hacia el desarrollo mismo de la jornada: ¿la has pasado bien?, ¿te salieron mejor los sectores técnicos?, ¿has conocido nuevos ciclistas? ¿Qué tal estaba la pista?, ¿ha funcionado bien la bicicleta?.
Hasta aquí una clasificación de los diferentes tipos de personas que conforman el entorno de un atleta y las pautas de actuación a medida de las necesidades de cada una de estas clasificaciones. Se que en medio de la lectura es posible sentirse identificado con alguna de estas, o asociar esta clasificación a diferentes personas del entorno propio en el caso de ser atleta. Lo importante no es usar esta clasificación como un parámetro para juzgar el actuar, sino una herramienta para reflexionar y poner en marcha un cambio que permita al atleta lograr el “poder aprender".