El Valor de la Amistad
“Los buenos amigos que se pueden contar en una mano, son quienes nos regalan desinteresadamente inolvidables momentos plenos de felicidad…”
Durante ese fin de semana en el que se mezclaron tantas emociones, sentí una vez mas la fuerza de la amistad representada por los amigos de la cicla.
Inicio mi relato en esta ocasión haciendo énfasis a este breve párrafo porque gracias a ellos, pude una vez más disfrutar a plenitud de un fin de semana inolvidable que me llevó con esos buenos amigos por los caminos prehispánicos de Facatativá.
Esa semana, debía viajar a BOG a recibir un importante reconocimiento laboral en el cual nuestra empresa, se destacó por su labor como una de las mejores en el manejo de sus exportaciones. Por si solo, ese hecho ya representaba toda una experiencia plena de emociones y de responsabilidad. Aprovechando esta visita a la capital, no podía dejar pasar la oportunidad de disfrutar una vez más con quienes compartimos maravillosas rutas en bicicleta y así complementar mi viaje.
Por esa razón, planee mi viaje de regreso a Medellín para el sábado en la noche y así aprovechar ese día plenamente y poder darnos la rodadita por algún lugar. Llamé esa semana como es costumbre, al buen amigo Edgar con quien siempre se puede contar a la hora de buscar programa para dar pedal y también hablé con Juan David que siempre generosamente abre espacio para hospedar a los amigos en su cómoda casa y que por casualidad también tiene el mismo gusto de andar en dos ruedas por las montañas. Con su apoyo organice mi visita de fin de semana en Bogotá.
Por esos días, hicimos planes para decidir por donde haríamos el recorrido en bicicleta, pero no contábamos con algunos problemas serios de salud de un familiar del amigo Edgar, lo que le condujo a ofrecer excusas por no poder acompañarme ya que debía viajar a su tierra y acompañar a sus familiares. Pero eso sí, no partiría sin antes dejar toda la logística organizada con la bicicleta que me prestaría y como si fuera poco, facilitarme su moto para que pudiera llegar hasta Faca donde sería finalmente el destino de esta aventura. Por parte de mi amigo Juan David tampoco me acompañaría pero a cambio me abrió las puertas de su casa y me hospedó con su acostumbrada generosidad. Por lo tanto iría solo al encuentro de los amigos de Facatativá…
Ese sábado bien madrugado y bien “buñuelo o Patacón” en esto de andar en moto por las calles de Bogotá, le añadieron más emoción a la causa y así despacito, entre buses, charcos y mucha prudencia, llegué a Mosquera a la casa del amigo Oscar Pulido, quien amablemente me presentó su nuevo hogar y hasta desayuno me tocó mientras llegaba el Orlando alias “orlandeichion”. Un guerrero mas que se uniría a nuestra aventura.
Ya con bicicletas listas y empacadas en el carro, partimos hacia Faca a la casa paterna de Orlando, allí nos encontramos con el legendario Oscar Cañón quien hizo en bicicleta de montaña, un recorrido por toda América desde Alaska hasta la Patagonia y lleva en sus hombros mucho mas kilómetros de lo que hubiésemos querido recorrer en muchos años cualquiera de nosotros.
Con el equipo completo y al fin rodando, me llevaron entre charlas, aventuras y recuerdos por la salida de Faca que va hacia Bojacá, cruzamos un vasto valle que en otras épocas fue testigo del tren que movió por allí sus vagones cargados de pasajeros y mercancía que venía desde Girardot. Pasamos rápido el poblado de Bojacá. Este lindo pueblo donde se conjuran bendiciones para asegurar la mejor de las suertes a todo tipo de cosas como: el carro, la moto, el matrimonio, la casa, el trabajo, los amigos, en fin han convertido este lugar en un sitio místico de peregrinación y que parece tener muchos milagros encima por las romerías que se congregan siempre en su plaza principal esperando ser bendecidos sobre todo los domingos y festivos.
Seguimos rumbo sur hacia esa montaña que parece rodear toda la sabana antes de terminar sobre el borde de la meseta o altiplano cundiboyacense. Ascendimos a buen paso y recordaba con cada pedaleo aquellas aventuras y rodadas por estas lindas y frías tierras en otros años. Hay que advertir y con prudencia aclarar que la “sabana” está lejos de ser un conjunto de tierras planas como todos los que no vivimos allí, equivocadamente imaginamos. Por esto, siempre con quien hablo, le explico que la mal llamada “Sabana” posee las más hermosas montañas de bosques supra andino que yo haya visto, además de la cantidad de caminos que se cruzan y todos ellos listos para ser descubiertos con nuestros caballitos de acero.
Después de llegar a lo alto, iniciamos el descenso, un poco más abajo aproximadamente a un kilometro, tomamos un desvío a la izquierda, hacia el occidente por una carreterita desbaratada que ascendía de nuevo por la montaña. Con algo de técnica y suave cadencia, logramos sortear los obstáculos hasta la cima. Así daríamos inicio a esta linda aventura de recorrer los caminos prehispánicos pues a partir de allí y por sectores se dejaban ver tramos en los que la piedra finamente hilada aun es testigo fiel de ese camino que años atrás vio pasar a sus habitantes indígenas que lo utilizaban para ir a sitios de aparente adoración entre estos, la cascada que sería uno de los objetivos de esta salida.
Descendimos por ese camino que poco a poco se hizo más estrecho y lleno de piedras y que por ocasiones se hizo muy técnico para mí. Aunque al parecer no tanto para mis amigos locos que acostumbrados a rodar por este tipo de terreno, se arrojaban felices desafiando toda suerte de obstáculos. Yo motivado al ver esto y con esa sensación juvenil de vivir el momento, también me arroje tras ellos tropezando en cada piedra y cada zanja, olvide un poco la prudencia y simplemente disfrute ese momento tal como se presentó con algo de irresponsabilidad porque con los años nos vamos limitando en nuestras mentes y pensamos equivocadamente que ya no estamos para esto. Por fortuna Salí bien de esta, con muchos tropiezos sí, pero sano al fin y al cabo.
Mas abajo, se complicó el rodar sobre las bicis por lo grande de las piedras sobre el camino. Ya que el agua se ha llevado parte del sustrato. Se hizo imposible para todos permanecer montados en las ciclas. Empujamos entonces nuestras ciclas por ese empedrado y estrecho camino que por breves tramos nos permitía ir rodando y por otros, era definitivamente imposible.
El descenso es simplemente hermoso, se adentra en esos bosques que mencionaba que están llenos de historia, de humedad, de buena energía, en los que las bromelias, los quiches y tilancias, adornan los tallos de los árboles y le dan ese toque especial y único a esos sederos. Ahí hay un silencio maravilloso que solo interrumpe el sonido del agua o el viento entre los árboles. Por algo para nuestros ancestros sería un sitio de adoración que más bien diría yo de reflexión o de pensamiento.
Seguimos un pequeño riachuelo que se escapa entre algunas piedras que me hacían suponer que estábamos cerca de la cascada. La cual efectivamente se anunció son su característico sonido que invita a suponer o adivinar su altura y majestuosidad por el ruido pero que siempre nos sorprende porque termina siendo mucho más alta de lo que esperamos.
Entre la cantidad de vegetación alcancé a ver la caída que puede tener unos 30 metros, esa fina columna de agua que por su altura ya no cae en chorros de agua sino que se atomiza convirtiéndose en un fino rocío que le suma más humedad a este lugar. Según mis amigos, me comentaban que en épocas de lluvia es mucho más notoria pero que aun así lo que vine a ver me había convencido plenamente. Sentí que había valido del todo el esfuerzo por bajar a verla y me quedé feliz por ese momento, por estar ahí sintiendo una vez más la presencia de la naturaleza expresada en una linda caída de agua y ese silencio en el bosque que se lo lleva todo, hasta los pensamientos porque por un rato nos quedamos ahí sentados en esa piedra maravillados por lo que llegaba a nuestros sentidos. Al final luego de unos minutos de silencio, comimos algo y terminamos entre charlas y recuerdos de otros días y salidas a rodar con los buenos amigos de Faca.
Las aventuras no pararon ahí, puesto que el camino indicaba que debíamos seguir descendiendo, sabía que llegaríamos a la vía que va hacia Girardot por la Mesa así que continuamos bajando, cruzamos ese bonito observatorio de aves y en un poco más de media efectivamente estábamos cruzando la vía principal y sobre la cual tomamos hacia la izquierda en ascenso rumbo Bogotá. Subimos por algunos kilómetros y como teníamos hambre, nos detuvimos a comer deliciosas arepas boyacenses de maíz tierno que para sorpresa mía su masa es dulce. Muy buenas y diferentes a nuestra típica arepa paisa y para acompañarlas nada mejor que con agua de panela. Todo esto fue suficiente para reponer energías y continuar la jornada.
Ya me habían dicho que para el regreso tomaríamos el camino que cae al Curubital y que yo conocía bien, pero les insinué modificar la ruta por otro camino el cual recordaba también porque cuando lo recorrí por primera vez me dejó maravillado por su belleza y porque pese a su inclinación en ascenso, se puede hacer completamente dando pedal. El recorrido se hace casi siempre subiendo y por ocasiones la pendiente se torna más técnica sumándoles más y más emociones a la jornada.
Los convencí de cambiar la agenda del día y subir por ese camino y tal fue mi sorpresa de que algunos de mis amigos NO lo conocían, lo cual me pareció más maravilloso, pensé… vea pues, vino el paisa a mostrar nuevos caminos a los oriundos de Faca… no le digo… como enseñarle uno al papa a tener hijos… pero esto me alegró mas porque nos hay como compartir caminos y rutas con los buenos compañeros de aventura.
Como no tenía en el GPS marcada la ruta, debía recordar y encontrar esa entrada a la izquierda por donde está el ascenso. Después de identificar el desvío, dejamos la carretera y subimos por esos empinados rieles. Me sorprendí porque sin dificultad fui recordando paso a paso cada detalle del camino, no está muy cambiado, tal vez con un poco mas de hierba por el invierno.
Esa primera rampa nos dejó sin aliento pero fuimos recompensados una vez más por la vista que hay desde ese lugar. Hacia el norte una pared imponente de rocas que lo dejan a uno pensando y haciéndose la pregunta ¿por dónde vamos a pasar si eso es pura roca y como va a haber camino entre esos abismos escarpados? Y hacia el sur, se ven las montañas de la mesa y más lejos si hay suerte se puede ver el valle del Magdalena y algunos cerros de la cordillera central.
Seguimos nuestro camino y volvimos a encontrar algunos tramos donde se dejan ver las piedras cuidadosamente acomodadas sobre un camino, a diferencia del que recorrimos en descenso, este camino fue de la época de la colonia ya que su trocha es mucho más amplia, apta para recorrer a caballo e incluso propio para algún tipo de carruaje o carreta. A los lados se ven los canales para conducir las aguas y evitar su deterioro. Es una maravilla ver lo bien conservados que están y mientras subíamos pensaba como habría sido todo aquello en el pasado, con ese bullicio de los cascos del paso de caballos, tropas bulliciosas resonando sus botas y toda la mercancía que se traía por el Rio Magdalena que debía subir por este tipo de trocha hacia la Sabana de Bogotá.
Sobre el trazado hay algunos portillos que se deben dejar como estaban bien sean abiertos o cerrados. Esa es la recomendación que siempre nos dan los lugareños para evitar sobre todo que se mezclen los ganados. Unos 2 kilómetros más arriba hay un desvío en el cual se debe tomar el camino del lado izquierdo y seguir subiendo. Del lado derecho se ve como los filosos riscos van quedando más abajo. Fuimos testigos una vez mas del ingenio de nuestros ancestros para librar con ese camino real serpeante hacer el quite a las enormes rocas aprovechando cada quicio labrado en la piedra para servirse de el. Incluso pasamos por uno de estos balcones donde la base es piedra pulida y la pared es roca también, una verdadera maravilla de la ingeniería de la colonia.
Seguimos nuestro lento transcurrir hacia la cima hasta que al fin después de 5 Km llegamos a la cima y por un kilometro más nos cruzaríamos con la vía que va desde Bojacá al Curuvital, seguimos por la vía hacia la izquierda y ahí si los amigos de Faca le pusieron el buen paso a sus bicis y a mi ya me empezaban a temblar las piernas… y saber que aun faltaban varios kilómetros para llegar y debía regresar a Mosquera para seguir con la moto hasta Bogotá. Ufff de solo pensarlo me cansaba.
Con ese ritmo, rápido llegamos a Bojacá. El Oscar y Orlando siguieron templando mas el paso. Eso parecían como esos caballos que reconocen que están llegando a su casa y salen como locos sin importar nada más que llegar a como dé lugar. Yo por ratos me quedaba un poco rezagado y como es obvio venia cerrando filas en la cola del grupo con la lengua afuera y con el corazón que se quería salir por la boca. Yo no decía nada, pues me convenía apurarme ya que debía estar a tiempo para tomar el vuelo de regreso a Medellín.
Se me hicieron largos esos 10 Km entre Bojacá y Faca. Ya en ese terreno priman las colinas suaves con falsos planos de pura velocidad. Yo pensaba que si no llegaba al pueblo pronto, me iba a infartar o a quedar sin aire. Siendo las 5:00 PM llegamos al fin a nuestro destino, con esto sumamos 52 Km de caminos y aventuras en 7:00 horas totales con paradas a comer y apreciar paisajes. Ascendimos más de 700 metros pasando de los 1990 metros a los 2700 msnm.
Sabía que la jornada se había terminado y una vez más debía despedirme de mis buenos amigos a los cuales les debo mi gratitud por llenarme una vez mas de una jornada inolvidable y a quienes les debo esta aventura cargada de historia, exigencia y buenos momentos. A cada uno de ellos MIL GRACIAS.
Yo debía seguir mi aventura y esta vez de regreso en Moto y con el tiempo jugando en mi contra, para colmos vino la lluvia para completar el cuadro. Uno después de semejante día se goza hasta las más malas pasadas, recorrí de nuevo mi camino hacia Bogotá con la noche a cuestas pero feliz. Pensé que le entregaría al buen Edgar su moto sucia por los charcos que me trague en esa tarde y sentí vergüenza por eso. Llegue a tiempo a la casa de Juan David donde me recibió con algo de preocupación por la hora de mi viaje. Apenas alcancé a tomar un buen baño y subir de afán a un taxi hacia el aeropuerto y por fortuna llegue justo apenas para tomar el vuelo a mi tierra.
Ya en la calma durante el regreso volví a pensar en todos mis amigos, en lo agradecido que estaba porque cada uno hizo un aporte maravilloso para dejar al menos este relato como testigo de lo que pasó, de lo bien que la pasamos, de esos instantes en los que se cruzan los caminos y dejamos marcada la historia de cada uno. Sentí el valor de la amistad que se traduce como inicié este relato. En acciones desinteresadas que nos dejan momentos inolvidables de vida y plenos de felicidad. GRACIAS AMIGOS DE LA BICI