Cruzando los caminos del Sumapaz
No pido otra cosa: el cielo sobre mí y el camino bajo mi bici, esta frase de Robert L. Stevenson resume una de las mejores travesías realizadas por integrantes del club Rino Mountain Bike.
Todo inicia una madrugada muy lluviosa en la que nos preguntábamos; ¿que nos espera con esta lluvia en el páramo más grande del mundo?, sin embargo las ganas de llevar a cabo nuestro objetivo propuesto nos impulso a que deberíamos hacerlo pese a las dificultades que se nos presentaran, fue así como al llegar a la población de Usme al sur oriente de nuestra ciudad ceso aquella lluvia casi al mismo tiempo en el que iniciábamos nuestra travesía camino al páramo más grande del mundo acompañados de nuestras bicicletas y de 7 biker´s que aceptaron el reto.
El inicio estuvo lleno incertidumbre, algunas personas no conocían ni el camino ni la región, otros conocían el camino pero no en su totalidad allí recordaba aquella frase; "La incertidumbre con seguridad es la esencia de la aventura" y desde ese momento supimos que sería una gran aventura.
El ascenso hacia el páramo nos dejaba ver un paisaje único que mejoraba con cada metro que ascendíamos, iniciando con el embalse de la regadera en el predio de los romeros, cuenca del río Tunjuelito, y los ríos Chisacá, mugroso y curubital y unos metros más arriba la represa del Hato que formaba un espejo de agua espectacular.
Allí estábamos en constante ascenso ya con unos tímidos rayos de sol mañaneros, que nos permitían pronosticar un excelente día, así fue como llegamos al límite inicial del páramo del Sumapaz en la región con el mismo nombre, allí estábamos muy cerca de una de las maravillas naturales de nuestro país el embalse de chisacá, un lugar mágico rodeado de frailejones y contrastando con el ultra verde de sus paisajes, inmediatamente aquel lugar queda grabado en nuestra mente escogiéndolo como uno de nuestros favoritos.
Así continuamos a nuestro destino, el camino aún era largo, con subidas y bajadas hasta llegar al cruce que conduce a la media naranja, y con una subida que nos dejaba entrever su grado de dificultad, allí realizamos una pequeña parada técnica para comer algo, reabastecernos de agua en aquellos manantiales cristalinos y seguir extasiándonos de estos espectaculares paisajes, mientras nos preparábamos sicológicamente para enfrentar lo que nos restaba.
Luego de conquistar la última subida, continuaba una gran descenso, y cuando decimos un gran descenso, lo es, más de 25 kilómetros de bajada en trocha, que nos hizo desear subir, en lugar de continuar descendiendo, así llegamos a la población de Pasca para finalmente llegar a nuestro destino del primer día de travesía la población de Fusagasuga, allí descansamos y pasamos la noche.
El segundo día tenía un matiz diferente, ya que cargábamos con el cansancio muscular causado por el esfuerzo del día anterior, y esta ruta se resumía en subir, subir y subir además de saber que el peso de los morrales que algunos llevábamos su hundirían implacablemente en los hombros y en nuestra espalda, iniciamos con la expectativa de conquistar de nuevo los límites del paramo del Sumapaz esta vez por el municipio de los Colorados, para luego descender a Sibate y finalizar nuestra experiencia en Bogotá, la subida fue mucha más dura; alrededor de 31 kilómetros de subida.
Al final, todos felices de haber logrado nuestros objetivos y con la convicción de saber que esto es el ciclomontañismo; esas ansias de lanzarse a lo desconocido, de perderse en la naturaleza, encontrar unos momentos de paz, aceptar las dificultades como una parte integrante de la experiencia, como un reto a nuestra habilidad y dotes de supervivencia, y lo más importante los amigos, esas personas valiosas que he conocido, y esos lugares maravillosos que este deporte nos ha permitido conocer. Mil gracias por compartir esta gran experiencia a Álvaro Díaz, Oscar Pinzón, Jairo Peña, Gustavo Chapetón, Rubén Darío Jiménez y Felipe Toro y al final 173 Kilómetros llenos de aventura.
Comentarios (2)
David Romero
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Edicson
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